O cómo darse cuenta de que el turismo ha de ser consciente sí o sí

¿Has viajado a Vietnam? ¿Y has estado en Hanoi? A finales de 2019 leía una noticia en Travindy que me dejaba helada: “Cierran la famosa calle del tren en Hanoi por avalancha de turistas”.

Se me encogió el corazón al leerla.

Me impactó leer que el gobierno municipal de Hanoi había ordenado cerrar ciertos cafés situados cerca de las vías y había tenido que desviar la ruta del tren para proteger a los turistas.

Podría parecerte poco representativo: “total, una calle cortada, tampoco es para tanto”. Para mí leerlo fue mucho más que una simple calle cortada o las consecuencias del turismo masivo: nuestra decisión de llenar nuestros «feeds» de redes sociales de fotos bonitas había provocado cambios significativos para los habitantes de Hanoi (y no precisamente para bien). Leerlo me hizo replantearme seriamente qué tipo de viajes quiero seguir haciendo en un futuro.

En 2018, mientras organizaba mi viaje a Vietnam (ya con idea de que fuese lo más sostenible posible) me descubrí soñando con visitar esa famosa calle por la que pasaban las vías del tren.

Aún siendo consciente de que quería viajar de forma responsable y dejar de lado los lugares más masificados o turísticos, caí en la tentación de querer visitar esa calle de la que te hablo. Me parecía un lugar muy poco común y quería verlo con mis propios ojos. No quería ir a verlo por las fotos, sino porque el sitio me despertaba absoluta curiosidad.

Al final, por falta de tiempo y por la estructura de viaje que terminé realizando (muy centrado en conocer el verdadero Vietnam e intentando dejar de lado si no llegaba a ver Halong Bai, Ninh Binh o las maravillosas montañas de Sapa), no llegué siquiera a ver Hanoi. Sin embargo, descubrí que calles similares (tal vez no tan fotografiables pero, obviamente, igual de reales) existen también en otras ciudades y pueblos de Vietnam. Cuando las vi por primera vez, me descubrí sorprendida planteándome a mi misma “¡si son como esa calle de Hanoi!”.

En definitiva, re-descubrí que la riqueza de un viaje es encontrarte por casualidad con ese día a día tan diferente al mío. Y que es mucho más maravilloso encontrarse con sitios espectaculares por azar, que ir buscando ese sitio tan pintoresco que otro millar de personas y tú habéis visto en una foto en redes sociales. Porque, posiblemente, ya no sólo es que no veas la realidad del lugar, sino que quizás te encuentres con una realidad bastante modificada y afectada por el inmenso volumen de turistas.

Además, no sólo está el impacto social que muchas veces provocamos (tal vez sin quererlo), sino también el medioambiental. Corremos de un sitio a otro dejándonos llevar por el ritmo frenético del «sólo tengo dos semanas» y el «necesito que me salga lo más económico posible». Resultado: multitud de vuelos para nos perdernos «ni un rincón» de un país, vuelos con muchas escalas porque son mucho más económicos, días de carreras porque nos falta ver «x»…

Por esto me pregunto qué nos lleva a practicar este tipo de turismo normalmente: ¿por qué corremos de un sitio a otro sin dejarnos un ligero margen a la improvisación, a sentarnos a ver con nuestros propios ojos cómo se mueven de verdad las personas del país que visitamos, como los niños vuelan cometas cada tarde en Bali o cuál es el verdadero ajetreo de los mercados vietnamitas o gambianos? ¿Por qué ver sólo “medio Vietnam” no es ver Vietnam? ¿Por qué viajamos corriendo?

viajar-consiente-quiero-ser-cambio¿Viajar no debería tratarse de otra cosa? ¿No debería ser descubrir, disfrutar, aprender?

¿Por qué no repensar un poco nuestra forma de viajar? ¿Por qué no sacar nuestra mejor sonrisa y disfrutar de las personas que quieren entablar conversación sólo porque tú y yo somos tan diferentes para ellas como ellas para nosotras? ¿Por qué no, simplemente, nos dejamos llevar y disfrutamos de aquello que nos dé tiempo a vivir de verdad? De forma que no sólo reduzcamos nuestro impacto en las sociedades que visitamos y en el medio ambiente, sino que también nos permitamos viajar de una manera más sosegada y enriquecedora.

Este artículo lo empecé a escribir a finales de 2019, pero el confinamiento y la pandemia me obligaron a dejar un poco de lado el proyecto de Quiero Ser Cambio. Hoy, cuando hace más de un año que nos encerramos en casa y cuando aún no tenemos muy claro cuándo podremos volver a viajar como lo hacíamos antes, sólo deseo que no volvamos a hacerlo sin pensar, sólo deseo que respetemos, cuidemos y seamos más conscientes a la hora de viajar.